Desde hace algunos años, la revolución en la música iniciada por la invención del formato de compresión de audio
MP3, ha causado una enorme reducción en la venta de portadores físicos de audio (discos y cassettes), poniendo a las compañías dedicadas a este rubro en una delicada situación financiera y en una incertidumbre de cara al futuro, viendo como su modelo de negocio se deshace como un castillo de arena.
Si la industria de la música hubiera tratado a la distribución digital de la misma forma en la que trató a los CDs cuando aparecieron, sin obsesionarse por la protección anticopia, apoyando el nuevo formato y tratando de mantener buenos niveles de calidad, todavía tendría márgenes de utilidad saludables. Sin embargo, la industria no hizo eso, y pagó el precio.
Décadas atrás, en los 60s y 70s, la industria fonográfica aprendió a fabricar hits (y hacer dinero, de paso), pero con el advenimiento de los CDs en la primera parte de los 80s, se convirtió en el imperio mediático que es en la actualidad. Cuando este formato fue presentado, muchos de los ejecutivos musicales lo odiaron. Incluso algunos en la actualidad cuestionan que los ingenieros que lo diseñaron pudieron hacer algo para detener la piratería.
En retrospectiva, es claro e innegable que los pequeños discos plásticos eran la gallina de los huevos de oro. La gente adoraba el formato; muchos compraron discos que ya poseían en CD, y los precios de la música, ajustados a valor presente, subieron tremendamente en comparación a los precios de antaño. ¿Cómo respondió la industria a estos favorables cambios? En pocas palabras, jodiendo a los artistas. Las disqueras crearon nuevos contratos para incluir al nuevo formato, incluyendo deducciones por costos de embalaje e inclusión de regalos o "freebies" en los discos. Por otro lado, el porcentaje por venta de disco pagado a los artistas también fue reducido. Luego de incluir estos descuentos, el artista promedio recibía cerca de 81 centavos por disco, un aumento de menos del 10%, en comparación a los 75 centavos que recibía con los discos de vinilo, pero las disqueras vendían CDs por $8 más en promedio que la misma placa en el antiguo formato.
Tal práctica fomentó un boom en la venta de CDs que duró desde su introducción en 1984 hasta el cambio de milenio. La popularización de las conexiones de banda ancha a Internet y el enorme impacto que el formato MP3 tuvo para la distribución digital con mínima pérdida de calidad fueron los catalizadores de que el modelo de negocio empiece a mostrar sus debilidades. Los discos impresos, en su mayoría, contenían unos pocos hits, pero el resto era de calidad discutible. Si alguien quería poseer una canción, el único camino que le quedaba era comprar todo el disco.
Luego de dos décadas de música a alto precio y poco apoyo a la venta de sencillos (singles), una de las formas más convenientes y fáciles de compartir canciones fue rápidamente adoptada: el temido por unos y adorado por otros Napster, la primera aplicación P2P (peer to peer) de compartición de datos que dio el salto a la fama, y que muchos usamos durante años para encontrar música imposible de comprar dentro del país por ser desconocida o simplemente bootlegs con grabaciones no oficiales de nuestros artistas favoritos.
El surgimiento de Napster dejó en claro que el nuevo formato de música había llegado. Teniendo en cuenta el precedente del anterior cambio de formato, se hubiera esperado que la industria esté emocionada por las perspectivas adicionales de ingreso que se presentaban, dada la facilidad de integrar a más fanáticos con la eliminación del canal físico de distribución. El convertir a las descargas de Internet en el "nuevo CD" pudo ser la prioridad número uno para la industria, pero no lo fue. Ellos desearon con todo su ser que simplemente sean elimiadas.
El primer paso en aquella dirección fue el fallido formato Liquid Audio, un archivo parecido al MP3, pero que contaba con extensiones adicionales para evitar su copia y autorizar su reproducción via internet, algo conocido en la actualidad como DRM (Manejo de derechos digitales), presente especialmente en los archivos Windows Media Audio. Uno de los ejecutivos de Liquid, Gerry Kearby, trató de convencer durante largo tiempo a las disqueras a probar su formato en la distribución musical a gran escala, pero nunca logró un compromiso con alguna. Una ocasión, en un momento de honestidad pura, un representante de Sony Music le mencionó: "Mira, Kearby, mi trabajo es de mantenerte abajo. No queremos que tengas éxito con esto". Algunas firmas estaban más dispuestas a experimentar que otras, pero todas demostraron que nunca se vieron como generadoras de contenido, sino como empresas manufactureras, tratando de salvar su producto físico mientras podían.
Luego que las disqueras demandaron a Napster por violación de derechos de autor y ganaron, ellas mismo trataron de empezar sus servicios de distribución, con poco éxito y poca compatibilidad (PlaysForSure, PressPlay, etc), fracasando estrepitosamente. El espectacular surgimiento del iPod, diseñado por Steve Jobs y su visionario equipo de trabajo en Apple, fue el vehículo para el primer éxito de una tienda de música en línea: la iTunes Music Store, la cual poseía un gran catálogo de pistas y ofreció canciones al precio de $1 cada una, similar al costo promedio de $12-$15 de un CD en las tiendas.
Las disqueras insistieron que se incluya algún tipo de DRM para prevenir la copia no autorizada. Esta movida significó que Apple se convierta en el principal vendedor de música en los Estados Unidos, debido a que el iPod era y es el reproductor más popular del mercado, y a que no estaban dispuestos a que su DRM, FairPlay, sea licenciado a ninguna otra empresa. La industria se dio cuenta tardíamente que había entregado su posición de poder a un tercero que no corría ningún riesgo y obtenía interesantes ganancias sin mover un dedo. Trataron de romper el cuasi monopolio de Apple eliminando el DRM para algunos vendedores en línea, como Amazon, pero siguen dando patadas de ahogado tratando de encontrar una forma de volver a tener las utilidades de antaño.
Uno de los fundadores de MTV, Robert Pittman, dijo: "El robar música no está matando a la música. Cuando he hablado con ejecutivos del ramo, la mayoría de ellos admitirá que el problema es que están vendiendo canciones y no álbumes". Un ejecutivo de Universal Music comparó la situación de la industria con un adicto al crack, que no puede deshacerse de su hábito.
Esta es una situación difícil para las disqueras, pero para los artistas ha sido una especie de liberación, ya que tienen más oportunidad de publicar su trabajo que nunca, sin necesidad de responder al dictamen de ejecutivos con poca idea del arte pero un tremendo apetito para el dinero.
Basado en este artículo, publicado en el excelente blog tecnológico Ars Technica
2 comentarios:
Excelente post Alejín... Si bien es cierto que la industria fue muy golpeada por la maravilla de la compresión de audio y por la masiva intromisión del internet de banda ancha en los hogares... No es más cierto también que sus propios ejecutivos llevan mucho de culpa en esta debacle... Simplemente por comportarse como caballos de carreras y mirar solamente al frente... Sin tomar en cuenta las implicaciones tan definitivas de la masificación del audio digital... Pudieron tomar ventaja, y no lo hicieron... Shame on you... Mientras tanto... Cuantos mp3's tienen en sus audiotecas? La mía pesa alrededor de unos 80 Gb...
Pues si mi hermano, los tiempos cambian, y más vale que el negocio sepa adaptarse, sino...
Y bueno, para nosotros, el auge del formato digital ha sido maravilloso, puesto que, como melómanos que somos, tenemos acceso a cualquier cantidad de música. Tal vez mediante ese acceso, el mismo músico pueda hacer un producto mejor y esta pequeña crisis sirva para enrumbar ala música hacia un mejor sitio
P.D.: Mi archivo bordea lo 20 GB, pero conozco casi todas las canciones que tengo
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